Hoy no es día para decir adiós.
Un trozo de nuestro corazón se desprendió desgarrado
por perder a alguien tan importante como él. Una luz que nunca pensamos que
dejaría de brillar, incansable e incesante en nuestras vidas supo que se
tenía que apagar y por fin descansar.
Esos ojos vivos se cerraron por última vez para abrir en
nuestros recuerdos tres valores que siempre lo quisieron representar.
Esfuerzo, Dedicación y Amor.
Esfuerzo, Dedicación y Amor.
Esfuerzo por trabajar de sol a sol desde que fue persona,
con esas manos de chispa y cloro que nunca supieron decir basta. Dando un
sentido único a lo que significa levantarse cada mañana.
Dedicación por sus profesiones, sus amistades y su familia.
Cargados a su espalda sin descanso ignorando lo imposible y acompañado siempre de
optimismo y alegría. Con la cabeza bien alta y alimentando nuestra felicidad
sin descanso, pues ese era su verdadero objetivo.
Y amor a su gente y a su sangre; hermanos y mujer, hijos y
nietos siempre desbordados por su atención y su cariño, siendo el culpable de
arrancar millones de sonrisas grabadas en la memoria.
La memoria que aún está conmocionada negando el presente y
mojando de lágrimas esa silueta delgada que nunca fue capaz de albergar toda su
bondad y corazón.
Con la misión más importante de revivir el resto de nuestros
días su sonrisa, sus chistes y tarareos, culpables de haber conseguido endulzar
esta vida que a veces nos castiga.
Por lo tanto, hoy no es día de decir adiós. Es el día de
dejar marchar su luz para repartirse en todos nuestros corazones y ocupar ese
vacío que lleva su nombre. Un Alfonso con mayúsculas que complementará estos
corazones inválidos para hacerlos más fuertes.
Bienvenido al resto de mi vida, a tu apoyo y tu alegría que
nos dará valentía. Bienvenido a mi buen y a mi mal día y a agradecerte con
valía apreciar cada minuto que tuve tu compañía.
Bienvenido abuelo a mi corazón, que siempre será tu hogar de
adopción.