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martes, 3 de febrero de 2015

SPANISH HISTORY Ñ

Esta redacción la hago por encargo de mi tutor, para que no me suspenda, por entregar el trabajo de "Mi abuelo, las Mama-Chicho y España. Un antes y un después" en referente a la redacción que nos mandó sobre nuestro país y su reflejo en la sociedad.

Soy Danko y soy de Aluche. Esta en Madrid, es un barrio que mola. Tengo 17 años, me llamo así porque mi padre era un flipado de las películas de acción y "Danko calo rojo" era de sus preferidas. Como fue él al registro ese fue el nombre que me tocó.



Las referencias tomadas por mi abuelo fueron válidas, me documentó a la perfección. Como mi profesor considera que es una burla y una ofensa, tengo que repetir la redacción con otro enfoque. La voy a hacer sobre mi hermano mayor, Fénix, que salió hace unos días de la cárcel. Ahí creo que mi padre no hiló muy fino, pues su nombre acabó por hacer que el personaje se apoderase de él, aunque los planes no le solían salir bien ni tenía una furgo negra con una ralla roja.


Mi hermano creció en un barrio más difícil del que viví yo, se buscó la vida arrastrado por las bandas de su zona, en Madrid Sur, un polvorín a finales de los 80. Mi abuelo siempre dice que en aquella época era un nido de rojos y drogatas, y que por la noche no se podía ir por la calle. Fénix creció entre esas bandas y se pasaba todo el día en la calle. Estuvo en dos; una de raperos que pintaba por las paredes y otra de fachas que se dedicaban a liarla. Muy ideológico nunca fue, mi madre siempre ha dicho que sus principios se vuelan con cualquier viento que le refresque.  A veces venía con cosas que no eran suyas, para venderlas, otras veces lo que traía era un ojo morado o la espalda llena de moratones. 



Yo lo recuerdo como un perro callejero hasta que cumplió los 18, a partir de ahí empezó su etapa de buscavidas. Como tiene mucha labia siempre la aprovechó con las mujeres. Su primera novia fue una mujer de cuarenta y tantos años. Le compraba mogollón de ropa, relojes, zapatillas de deporte…; cuando hablaba de ella no era como si fuera una novia. Sacó lo que pudo hasta que el marido los pilló y se llevo la del pulpo.


Luego se fue al sur, a Cádiz, y ahí estuvo viviendo de una mujer en otra hasta que se metió en unos negocios con una chica que era militante de izquierdas y su padre era concejal. De esa si se enamoró, pero era igual que él y la cosa no acabó muy bien. Se dedicaban a vender material de las obras públicas a constructoras, hasta que se les fue de las manos, y los pillaron intentando vender dos toneladas de alquitrán que iban destinados para asfaltar una carretera comarcal. Se las ingenió para escurrir el bulto y la culpa recayó sobre la chica. Tenía una habilidad bestial para pisar charcos y salpicar a los demás. 



Más tarde volvió a Madrid y como se había acostumbrado a llevar la palestina se juntó con unos okupas en el barrio de Lavapiés. En poco tiempo empezó a trapichear otra vez, tanto que los okupas acabaron por echarle a patadas del grupo. "Demasiado dinero sin compartir" me decía él. Ahí se relajó un poco y estuvo más en casa. Mi madre encantada porque su Fénix estaba con nosotros. Y tanto, medio barrio de Lavapiés lo estaba buscando para machacarlo, había timado a todo tío viviente con una rasta en la cabeza.
Fueron unos meses hasta que de nuevo volvió a volar. Al final se quedó aquí, se hizo con la casa de una vieja que se murió y se las arregló para dejársela en herencia. No perdía el tiempo, solo se la tuvo que tragar unos meses antes de su muerte y ahí que heredó...


Para mí fue cuando se convirtió en mi héroe, un auténtico pedestal. No había estudiado por empezar a trabajar al morir mi padre, por ayudar en casa, y al final ni trabajo ni ayuda; solo consiguió falsificar unos documentos cuando falleció mi padre haciendo como si la causa fuera por el aceite de colza, que fue por lo que murió el hermano de mi padre. Intentó cobrar una indemnización que nunca llegó y al final se convirtió en la excusa para cuando mi madre se enfadaba. Hasta en eso me alucinaba. Era como la hablaba, conseguía embaucarla hasta que se sentía culpable por no haber hecho nada en realidad. Después volvía a las andadas y hasta más ver.


Me hizo creer como un padre nuestro que la inteligencia y el esfuerzo era perder el tiempo comparado con ser un listo. Me sentía aburrido y estúpido yendo a clase todos los días mientras mi hermano se levantaba a la una de la tarde, se liaba a hablar por teléfono y a las diez de la noche tenía dinero en los bolsillos. Increíble. 



El “petardazo” no tardo mucho en llegarle. El destino fue el que se encargó de enlazar, como siempre dijo mi madre, el hambre con las ganas de comer. Un bala perdida de sus amigos andaba metido en líos muy gordos con un grupo de polacos; necesitaban una gran cantidad de oro para llevar a su país y, casualidades de la vida, mi hermano Fénix llevaba unos meses tonteando con una gitana que su padre tenía un local de Compro Oro. La pobre cayó rendida a sus pies y en cuestión de semanas le pegaron un palo al padre que todavía siguen preguntando por Fénix en el barrio. Arrasaron con todo; apañó con la banda y de esa mi hermano se llevó mucha pasta, a la gitana y un destierro del barrio de por vida. Por su culpa nos rompieron los cristales de la casa varias veces, menos mal que al final se cansaron.


Esa fue la última vez que le vimos antes de salir de la cárcel. Una mañana sonó el teléfono en casa, lo cogí yo, y me dijo que le pasara con mi madre. Después de 5 minutos de conversación con mi madre llorando me contó que lo habían cogido por robo y que estaba en los calabozos de Plaza Castilla. Intentó en vano usar a mi madre de coartada pero le habían pillado bien. El juicio fue muy rápido y tuvimos que pagar un abogado que literalmente nos arruinó pues toda la pasta del oro se la había pulido.


Cuando vi a mi madre destrozada fue cuando pensé por primera vez que mi hermano la estaba cagando con todo el equipo, mi devoción por él no me dejaba ver la realidad. Yo para entonces discutía a diario con mi madre para dejar de estudiar y abrirme camino en el mundo, quería seguir sus pasos y vivir la vida. La vida que a costa nuestra él pudo vivir. 



Solo fui a la cárcel una vez durante los cuatro años que estuvo preso, en Alcalá Meco, y fue al mes del ingreso. Aquella imagen me impactó, todo lo que supe extraer de aquello fue que o lo hacía mejor que mi hermano o me acabarían jodiendo vivo. Tuvo mucha suerte. Le cayeron cuatro años y pico cuanto tenían que haber sido más. El único testigo que pudo culparle murió y, tras chivarse de los demás, le redujeron la pena. Fue otra de sus jugadas maestras pero esta última le iba a hacer pagar todo lo que antes se libró.


El mundo es un pañuelo y entre rejas ese pañuelo va lleno de mocos...



Había más de un pieza, con músculos hasta en las orejas, pasando un tiempo a la sombra por la gracia y obra del gran Fénix. Mi hermano había pasado de hacer la peineta y salir corriendo a estamparse contra un muro. Tuvo que aprender de nuevo a existir. Toda su palabrería, su chulería y su habilidad para esquivar se quedaron en humo con las palizas, violaciones y demás putadas que su nueva casa le ofreció sin pedirlo. Buscó protección una vez entendió que hinchar el pecho le hacía un blanco fácil y, aun así, no captó demasiado pronto que la filosofía Fénix era contradictoria para sobrevivir ahí dentro.


Su realidad, una doctora de la prisión a la que acostumbró a visitar malherido; su perdición, un carácter mas cara dura que el suyo propio. Sufrió una gran dependencia hacia alguien como tantas y tantas veces él utilizó para su beneficio. Ella fue quien le hizo ver. 



Se arrimó a un argelino, que estaba para 3 años por reyerta, y desde entonces fue cuando nos pidió que no fuésemos más a visitarle. Se metió en cocina con el tal Said, para rebajar condena y mejorar en conducta; aunque él no lo sabía su empeño en conquistar a la doctora fue la causa de no acabar con un pinchazo en el costado criando malvas.


"He visto la luz, Danko" fue lo primero que me soltó cuando pudimos hablar a solas. Vi en sus ojos algo que nunca pensé que podría ver, miedo y arrepentimiento. Estaba derrotado, algo como ser libre no había conseguido una pizca de alegría en su cara y solo pude ver un pelele que decía ser mi hermano. El gran Fénix.



El día que salió por fin estuvimos todos juntos en casa, cenando en familia, algo que nunca había visto. Mi tío Alberto trajo una botella de Cardhu para celebrar su libertad, y allí estábamos todos experimentando un momento hasta aquel día desconocido: la sobremesa. Con risas, batallitas y brindis hasta acabar la botella. Cuando el resto estaban con los mofletes bien rojos mi hermano y yo salimos a la terraza a fumar. Me estuvo preguntando por todos los líos y con los que me junto ahora. Casi acabamos discutiendo.


Después de discutir con medio paquete de tabaco a cuestas me dijo que si seguía así acabaría como él. Me empezó a contar todas las putadas de la cárcel y todas las cosas malas que había hecho. Poco a poco el miedo lo fui cogiendo yo. En resumen, la cárcel era lo que había salvado a mi hermano de acabar muy mal. Fue una frenada en seco que él no supo dar, un antes y un después para hacerle volver a la realidad y conseguir, de paso, no hacerme a mi perderla. Yo, desde hacía tiempo, andaba liado con los polacos haciendo trabajillos e insistió muy enfadado que lo dejase, aunque no fuese nada más que vigilar o avisar si venía la policía... era "allanar el camino hacia el grillete" me chillaba una y otra vez. 




Nunca le había visto así, algo había cambiado en él. No podía ni mirar a mi madre a la cara más de dos segundos, y eso era del dolor y la vergüenza que sentía. Según Fénix no podía perdonarse el sufrimiento que nos había causado y el error de haberme empujado a seguir sus pasos. Yo no sabía cómo asimilar este vuelco de principios, siempre tenía en mi cabeza la intención de convertirme en algo por encima de Fénix. En un Súper-Fénix que con media sonrisa sobresaliera del resto del mundo. Es como aprender a respirar y cuando ya estas capacitado para hacerlo por ti mismo, empezar de nuevo…

A día de hoy Fénix se ha buscado un trabajo de vigilante en un parking. Trabaja 16 horas a diario, en turno de noche, por un mísero sueldo. Gracias a mi tío Alberto que pidió un enorme favor tal y como están las cosas hoy en día. Y Fénix, tan agradecido como nunca le vi. Ayer mismo después de llegar a casa me decía que lo prefiere porque con el síndrome del preso no duerme. Que necesita salir de ese agujero con todo su proceso y que no quiere ni pastillas ni nada. 



Yo intenté una última vez animarle a volver a las andadas, en cierta forma me costaba renunciar a ese proyecto tan idealizado de los hermanos mano a mano; sus lágrimas de desesperación fueron las que hicieron en mi reaccionar. Era mi frenada en seco particular. Vi miedo en sus ojos al ver que seguía intentando coger el otro camino, y motivos suficientes tenía. No quería cerrar esa puerta si veía en él un mínimo deseo de seguir adelante. Hubiera sido la hostia. Muy en el fondo tenía un rencor de no haber podido disfrutar todo lo bueno y emocionante que Fénix había vivido, incuso a sabiendas del final. Ese punto de locura en vena, descontrol y adrenalina es una puta droga. Solo recordar el brillo de sus ojos me da envidia.
Al menos a base de unas cuantas hostias bien dadas por la vida, a la fuerza, hemos aprendido todos. Fénix por hacerse adulto de repente, mi madre por aprender por primera vez a confiar en mi hermano y yo por no saltar al vacío...


Supongo que tengo que decir lo que he aprendido, mi conclusión. Bueno, pues la conclusión a la que llego es que todo acto trae consecuencias. La vida es demasiado afilada como para andar dando saltos de ventaja; tarde o temprano acabas por escurrirte y te rebanas el pescuezo.





Fénix solía decir que debería acabar el trabajo con una cita, que siempre hay alguien que lo ha hecho mejor que tú y que si no puedes superarlo róbaselo y aprovéchate. En honor a lo que un día fue creo que va como anillo al dedo usar esta pauta en este trabajo. Para terminar, me quedo con dos citas:


- Trabajar constituye un deber indispensable para el hombre social. Rico o pobre, poderoso o débil, todo ciudadano ocioso es un ladrón.  -Jean Jaques Rousseau-

- La mentira más común es aquella con la que un hombre se engaña a sí mismo. Engañar a los demás es un defecto relativamente vano.  -Friedrich Nietzsche-