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lunes, 2 de marzo de 2015

EL VIRUS DEL BETÚN



Se copia la frecuencia. Un bucle de sonido FM con arena acústica se estrangula en el cuello, negando el riego por detrás de las orejas.
Damos cuenta de su presencia cuando esta encolado en las paredes neuronales. 


Los estigmas eléctricos, en su baile circular, te marean con la corriente excesiva; un spam hecho a medida te chamusca tus conexiones calcinando el mensaje de cordura, y comienza la emisión caótica...


La programación perpetua emite mensajes de campaña de forma incesante, con un "todo me va mal" de la mano de "con todos discuto" y sin olvidar el "nadie me entiende". Una y otra vez.
Con el engrudo negativo al cuello se pasa a ser un huésped de una forma de vida negra y virulenta. Las medias tintas y los pasos cobardes solo alargan la agonía del ahogado. El enfoque esta precintado, no sirve para tener la perspectiva, y te hunde en tu paranoia movediza. 


La inequívoca señal del Armagedón Anárquico es la necesidad y necedad de alejar a todos de nuestra zona vip, sellándola a cal y canto, con el tanque de combustible lleno del octanaje erróneo y creando una bomba sucia con más consecuencias que la propia existencia.


Una solución posible requiere de un punto de vista a la "Americana", con sus espasmos sobreactuados y algo de explosiones. Con pose yihadista, se tiene que dinamitar el cimiento maestro y reconstruir el principio sin andamiaje.
Volviendo a temer, a tropezar, a descubrir, a aprender a capturar los momentos necesarios que curan el espíritu y reblandecen las callosidades culpables de dificultar la entrada a nuestro patio trasero. 


La vida no huele igual si la vulnerabilidad no se pierde frente a los que tu corazón depende. No sanan nuestros "Cuasimodos" internos hasta que los que nos aman aportan otro prisma mas real al nuestro.
La respuesta requiere visión espacial; en medio de toda la madeja incide tomar un impulso extracorpóreo y así ver con tus propios ojos la menestra de caos que has creado a tu alrededor.
Dejando un rastro contaminado del petróleo que rezuma por tu frente y no toleras más dentro de ti. 


Si se ve es la parte fácil. 


El chapapote tarda mucho en mermar, en desaparecer. Y si la buena estrella te acompaña, la esperanza será el impulso a una maratón de trabajo que a muchos les cuesta el tiempo de una vida.


Triunfo del alma es el volver a estar desintoxicado de este alquitrán embozado. Con la lucha de sangre sin ser pensada, con la guerra de vivir usando el exprimidor que licua la felicidad. Para beberla a sorbos pequeños si no queremos estar ebrios y volver a naufragar en aguas negras. 


Al final es el mismo germen que lleva siglos intentando boicotearnos, causa de ser el casi organismo perfecto, lo que ocurre es que nos empeñamos constantemente de bajar de categoría.