Hay veces que cae el sol con ganas de vacilar a la noche. Se
desgarra en la fuerza y la pereza gastando sus últimas posibilidades. En la
desgana, espera las luces de neón que anuncian su final de jornada; los
callejones vestidos de oscuro y los parques vacíos conectan sus tenues luces de
posición marcando el camino.
Cuando el Sol deja caer su mirada, agarrado con sus rayos
raquíticos al borde del horizonte, se desmiembra de forma indolora y desgrana
toda su luz. Una explosión gaseosa que
deja las nubes manchadas de luz naranja. Después, se deja llevar en su baile
gravitacional ascendiendo a pies de la luna, despertándola para nutrirla y
darle luminosidad.
Como si se tratase de una peste mágica se plaga de un azul
adulto el cielo, impartiendo su reinado. El reinado de la noche.
La noche, poderosa, manda a dormir a muchos despertando a
sus aliados. Donde lo afable se hace siniestro, donde los hábitos de cordura y
serenidad se empachan de locura y frenesí. Una nube esquizofrénica acaba
transformando a los pocos que resisten, sacando a escena su propio Mrs. Hide. Salen
a pasear los gatos pardos, las brujas que hechizan y los feos con aires de
George Clooney. Un aforo libre para todas las criaturas.
Esta es la noche reina de las fantasías desbocadas, que abre
las celdas de musas y artistas, de corazones embelesados y momentos especiales.
Y encierra a los retrógrados con sus propias desdichas...
Una fiesta a escondidas que promete desinhibir los deseos
más impuros para que sean cotidianos, dejándose llevar en el escenario perfecto
de las vergüenzas más intimas. Porque todo vale hasta el alba.