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domingo, 26 de enero de 2014

VISTA ALEGRE HA PERDIDO LA SONRISA.






Quisiera mostraros uno de esos barrios típicos, de los que hay en todas las grandes ciudades, que parecen adoptar ese halo de alzhéimer tan perjudicial. Un sentir olvidadizo causante de carcomer sus cimientos hasta dejarlos morir. 

Con un constante deterioro imposible de detener, causado por la propia ciudad, y apartado de todos los planes de lavado de cara electorales propios de la comunidad de turno. Me estoy refiriendo más concretamente al barrio de Vista Alegre, en el distrito de Carabanchel; un resquicio añejo en la comunidad de Madrid avocado a ser clasificado como "terminal".  Barrio que antaño disfrutó de una posición de nobleza, que posteriormente se estableció un alza producida por el mundo de la tauromaquia; hasta que a día de hoy solo quedan pinceladas de lo que un día fue...

Bastión de la clase más obrera y albergue de miles de ancianos que en su tristeza van desapareciendo,  llevándose la poca memoria histórica que poseen sus calles. 


Cuando la madre capital da de comer a sus pequeños, Vista Alegre se ha convertido en el cachorro que se deja de amamantar, el miembro de la manada al que ya todos dejan de tratar.
Y son los hechos los que hablan por sí mismos. Un barrio donde la policía solo acude a la fuerza y con desgana, donde las infraestructuras de urbanidad nunca terminan de arreglarse, donde los vecinos conducen sus coches serpenteando los millones de baches y grietas en el asfalto, ya convertidos en costumbre.

En tiempos de bonanza, no hay que irse muy lejos, era un barrio familiar y de comercios de todo tipo, con servicios básicos y calidad de vida; donde los parques eran destinados a los niños y no a la calaña que genera el empujar cortésmente a la población más sensible a vivir en zonas concretas. Por su puesto cabe en la lógica que no todos los barrios de una ciudad pueden valorarse igual, ni en precio del suelo como en infraestructuras, pero 
canta de lejos cuando se abandona un sector para atestarlo de todo lo que no se quiere enseñar en la visita del comité olímpico. 

Yo personalmente, invitaría a la señora Ana Botella a que se tome un “relaxing cup of café con leche” eso sí, no en la Plaza Mayor, si no en la cantidad de lugares que había para ello y han ido desapareciendo gracias al abandono que está sufriendo este barrio. Debería pensar también que la mayoría de la gente trabajadora que vive en estos “guetos por imposición”  son los que realizan todo ese elenco de oficios que nadie quiere hacer y son tan necesarios para el funcionamiento de una ciudad.

Y dejar de tratar a sus vecinos como marionetas con un voto en su cabeza, solo escuchados en época electoral para ser engañados con promesas que nunca se llegan a cumplir. Porque Vista Alegre también es Madrid. Porque su gente está harta de ver como vienen las grúas municipales a hacer limpia cada vez que hay un espectáculo  de postín en la plaza de toros. Hartos de ver como caen los cierres de los pequeños comercios aplastados por la tiranía de un Hipercor,  incrustado en su epicentro y monopolizando los monederos de sus habitantes negándoles el derecho de elegir. Muy hartos de ver como sus puertas abiertas de sol a sol no abastece su hambre a base de pensiones ínfimas y prestaciones de 400€, dejando en la calle a muchas familias que llevaban más de veinte años luchando por sobrevivir en sus mercerías, tiendas de electrodomésticos y demás negocios.


Negocios fallecidos que deja hueco a locutorios, bares de alterne y casas de apuestas;  lo único que el gigante de hormigón  no puede ofrecer a sus clientes…

Solo espero que no sea demasiado tarde para sus vecinos, que no se deje morir un barrio con tanta historia y que los que viven allí se den cuenta que no hay solución ninguna si cada vez que se les pueda oír acaben errando en dar sus riendas al PSOE o al PP, ambos responsables del deterioro de un barrio durante más de veinte años.

lunes, 6 de enero de 2014

YA SE ESTÁ NUBLANDO…










Mal institucional heredado por  nosotros, con la gracia de poetas y agricultores que ahogan su llanto esperando que se desmorone sobre ellos. Además, es forma exclusiva de expresar morriña para los días que nacen. Los maravillosos días nublados.

Días de cuero mojado, que hidratan la vida y su perfil; limpiando las huellas del ser humano, abasteciendo de vida y responsable del equilibrio más importante. El nuestro.

Como respuesta ofrecemos congoja y mal carácter, un gesto muy humano. Inevitable pues, su química altera nuestras percepciones y nos predispone al drama. Cuando solo es lluvia, un ciclo inamovible y necesario. Cierto es que encasillamos su puesta en escena, en ocasiones apocalíptica, temiendo un nuevo diluvio universal; mas allá de lo estipulado no suele dañar, siendo la osadía del hombre quien arriesga habitando terrenos imposibles. Es el plan de trabajo, dibujar de nuevo el horizonte y hacer real la continuidad de esta película.  

Con todo un reparto bien esquematizado que, en escalera de caracol, van avanzando con precisión alimentados por el líquido elemento, algo tan simple como agua... que mantiene las formas más complejas a su merced sin faltar a su dosis. Es tarjeta de visita de todo día nublado; ahora, si se nubla y no llueve, parece envolvernos el resquemor. Nos sentimos engañados y en parte jodidos del arresto domiciliario en balde. Frustrados por pensar todas las cosas que hubieras querido hacer, aunque nunca las hagas…
Pero tiene su cosa. A veces, después de varios días lloviendo sale un día nublado dando un respiro de humedad y hacen de salir de casa un paseo agradable. Ideal para ir perdiendo paraguas por los bares, otra tradición de estos días. 

Con su lluvia y su aliento gélido consiguen ser los responsables de acaparar los hogares de puzles, pelis y palomitas, barajas de cartas y el apartado de cosas pendientes que nunca hay tiempo para hacer. Razón por las que seguirán siempre pendientes, porque en los días grises sería lo idóneo si no fuera por el ambiente bucólico que despiertan la nostalgia, conectan la pereza y sacan a pasear una representación propia, híbrida entre un indigente en pijama y el loco de la colina. Sin coherencia repetimos acciones absurdas como mirar por la ventana o abrir la nevera con toda la desidia posible, esperando que surja alguna aventura, no sé de dónde.

La Maizena de todo este sopor es la intención. Vivimos predispuestos a asociar los días grises con bodas arruinadas o funerales de cine.  Recordando más fácil la tragedia con estampa gris, vencidos por la añoranza de recordar momentos amargos.
Por eso, los días grises de " hoy quiero hacer todo al aire libre" se ven obligados a coger mala fama; sin exprimir la sustancia que se puede sacar, en mi caso en particular, donde un café sólo me sabe mejor cuando está nublado y los cristales empañados.

A excepción de la opinión que pueda tener cualquier habitante del norte de Escocia sobre los días nublados, parecen aportar cierto equilibrio natural y cierto encanto lúgubre. Para cualquier urbanita de este país deberían ser días de hibernación, de un letargo en desconexión del ritmo de una gran ciudad. Para disfrutar de un buen vino hablando con alguien que hace mucho que no hablas. O abrazarte en el sofá toda la tarde, manta incluida, esperando quien se mueve primero para lanzar al otro un “ya que te levantas”.

En definitiva, solo hay que rascar un poco para ver que no son tan horribles; cambiar de 45 a 33 revoluciones y dejarse llevar por el bufido de la lluvia, apreciando un minuto de silencio. Sin más demora, les recomiendo su apreciación y disfrute.