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viernes, 2 de enero de 2015

WE ARE FAMILY?



Esto es un chino, un cojo, un alemán y un trapecista que llegan y dicen...

¿Chiste? Solo oírlo su carga de gracia tiene, aunque se acerca bastante a un núcleo familiar del siglo XXI. Hemos pasado del retrato de los Alcántara, colocados generacionalmente por tamaño en la foto, al batiburrillo cultural y geográfico en su receta actual. El núcleo familiar a mutado, hoy en día se ha suplido el canon de los Dalton y cualquier persona puede formar parte de ese "círculo privado".


El corazón ha dejado pasar hasta el último tramo de confianza sin carnet consanguíneo. Podemos querer, dejarnos querer y dejar de querer a cualquiera pues la veda ha dejado de ser estacional; la memoria histórica se evapora para dejar silla a las personas que se quiera sentar. Un casting eterno de personas para entrar y salir en el círculo de confianza. Con pase ilimitado. Los mandamientos morales se han quedado obsoletos y nuestros caracteres tan diferentes han aprendido. Para lo bueno y lo malo. Sin ser endocrinos somos expertos en lo que "tragamos" o lo que "no tragamos" abriendo frentes, heridas, vacíos... aciertos y errores. Porque algo de ruleta rusa adquieren estos nuevos círculos. 


La libre información humana nos ha hecho críticos y no queremos aguantar si no nos aguantan, ni queremos ceder lo que no ceden por nosotros. 


Cada vez más las personas desvirtúan el conflicto y reconstruyen sus círculos. Familia, amigos, parejas y ex parejas, compañeros de trabajo o de piso, extraños que dejan de serlo, cualquiera es apto y pasa por la túrmix. Y las piezas que se eligen montan el puzle, y no a la inversa. Es como concepto revolucionario, y clarificador hasta el punto de la divinidad. El YA TODO VALE fallece y la lucha por el querer ocupa su trono. 


Ese querer tan especial que llena tu vida, abre espacio torácico y te hace dormir como un ternero. 


Y cuando lo has sentido fuera del círculo al volver a entrar ya no puede salir de tu cabeza. Te das cuenta que la soledad elegida es un alto riesgo pero no un castigo insuperable. Y asumes el volver a conocer, a acercarte, a confiar y a intentar conseguir ese grado de pureza posible en una pecera sideral llena de millones de peces con millones de formas de ser. Porque tu cerebro recita sin cesar la idea de compartir tu vida con personas compatibles. Con círculos construidos y no impuestos o estereotipados. Porque por fin hemos llegado a entender que otro punto de vista es posible, aquí o allí.


El mañana se vuelve efímero y el destino tan caprichoso que posponer tus sentimientos, sin el secreto de la inmortalidad, hace ridículo el decidir como elección una solución dentro de unos años o AHORA. Sobre todo si no quieres dejar de existir, abrumado en tu último aliento, por el castigo del futuro, el remordimiento.