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jueves, 23 de octubre de 2014

AUTOCRÍTICA DE CONCLUSIÓN.



¡Damas y caballeros! Y demás egos disfrazados de palabrería existencial.


Que comience el punto de inflexión más importante para la tierra de sangre y amapola; tierra de curvas de guitarra y desempleados al ajillo, del ladrillo abandonado o de ese aroma a oliva que usa como colonia. Todo este inventario lleno de contrastes forma este micro mundo peninsular llamado España.


Pudiendo respirar ese polvo zaino que va flotando sobre la urbanidad y la comarca, con partículas de asta toril en fusión con la vida mediterránea, con el duelo de culto y cultura, con esa diplomatura que todos hemos estudiado de "como pasárselo de puta madre". 


Y pisando fuerte argumentamos nuestros actos como nación con sello distintivo, de talante genuino, siendo insuficiente para ocultar la mala praxis constante en esta sociedad cañí tan reincidente.

En el apogeo de su nuevo declive asiste distraída a repetir todos los errores que nunca fueron perdonados provocando, por el roce continuo, una metamorfosis a esquirla.  Preparada para deflagrar cualquier intento de progresar en este curso CEAC de "como ser un Europeo modelo" que nos hemos matriculado.  Presentados a la convocatoria sin estudiar,  virtud muy nuestra delegando  todo resultado a la suerte o el azar, esperando que cualquier relicario se apiade de nosotros y de un plumazo solucione la papeleta.


Desde el comienzo de lo que un día fue Hispania hasta la vuelta de la esquina de hoy hemos vivido una gráfica ascendente a grandes rasgos; acostumbrada a no culminar teniendo que retroceder como respuesta al errar. Como patria sigue necesitada de un respirar colectivo que es lección imposible, y ese "saber hacer" se vuelve ausente en nuestra educación e imposible de adquirir con el tiempo, algo de lo que sí nos hemos hartado de demostrar. 


Sin pauta ni conclusión, en la desesperación por salir del charco, renqueamos con el miedo como bandera a no dar ese paso adelante que nos haría partir de cero.  Eso es, algo tan funcional como un reseteo parece aferrarse a ser asignatura pendiente. Ahora no hay estación de tregua y nos mantenemos vivos sin rumbo. Girando sobre sí mismos esperando no desfallecer, entretenidos con enfrentamientos ideológicos constantes en nuestras propias cocinas. Abstraídos de la realidad.


Y no hay duda de la capacidad de aguante que se tiene y de levantarse una y otra vez frente a la adversidad, pero eso no cimenta un país, lo agota y termina exasperando el poco juicio que tiene consiguiendo desnutrir sus carnes, evitando crecer.

Entonces, damas y caballeros, ¿que nos hace reaccionar de la misma manera, tan difícil y errática? Se nos llena la boca en los bares criticando que este país nunca cambia. A este paso tenemos tal cumulo de "cambios" en el montón de tareas pendientes que, incido enérgico, el último recurso que nos queda es fingir un incendio y cobrar el seguro. Las raíces de nuestra sociedad han crecido torcidas y no se pueden erguir, síntoma de una maduración fugaz con matices de libertad electoral algo ficticia.
 

En realidad tenemos lo que hemos votado, nada más. A base de legislaturas a nuestra espalda hemos dejado manosear el país a los entendidos, con nuestro consentimiento, y nadie más que nosotros somos responsables. Responsables de no saber a quién cedemos las riendas y responsables de  permitir que vivan las únicas optativas que nos representan. Señores, a veces es mejor no comerse lo que hay en el plato esperando alguna reacción; si no estaremos condenados a comer la misma bazofia todos los días. Se pagan religiosamente montañas de dinero en una quimera llamada impuesto, por tanto contamos con el derecho de decidir quién lo invierte o gestiona de la mejor forma; claro está que responsables seguimos siendo si pasado el tiempo no obtenemos buenos resultados, y más cuando en un país como este van políticos y corrupción de la mano de la forma más impune. 

Hay muchas formas de luchar y conseguir que retomemos el buen camino y "la primera en la frente" sería acabar con el absentismo a la hora de votar... no sería definitivo pero podría ser un gran comienzo. Que muera el pensar ibérico, pregonero de crítica, que no establece lazos de unión con la madre política y elige el camino de la orfandad como ideal. Hemos pasado de creer en todo a no creer en nada sin entender la obligación implícita de ser socio numerado de un país.

 Y como buen poseedor del carácter autóctono, después de varias líneas de reflexión, me siento preparado para abnegar cualquier contratiempo a base de cojones pero con cabeza. La misma cabeza que parece brillar por su ausencia en nuestras decisiones sobre la responsabilidad como ciudadanos a encauzar nuestra propia tierra. Y a la española, picaría en una trituradora industrial el sentido común con la fuerza de gladiador tan propia y tan nuestra; esperando el contagio colectivo encauzado a seguir el mismo camino, y lograr despertar el sentir que emociona nuestros corazones al estrujar con nuestras manos el país que nos cobija.

Y atrás queden los quejidos y el hábito de mártir con banda sonora a lo Almodovar que nos ha encasillado en una burla del imperio que una vez fuimos, con chascarrillos de los cuales somos doctorados llenos en nuestro recorrido; clamando un "no a la guerra", un "podemos" o un " no hay pan para tanto chorizo" quedando en mensajes de humo. Menos repertorio de slogan y mas remangarse la camisa...

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