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martes, 28 de octubre de 2014

EL APAGÓN DROGODEPENDIENTE


Nosotros. La gran civilización, los reyes de la pirámide evolutiva que jugamos una vez a crear dioses y después vamos en actitud de zarigüeyas, recorriendo senderitos, adecuados al remolón ritmo rotatorio en rodamiento ritual… Con una característica omnipotente encargada de lubricar las piezas de la maquinaria, la divina conexión. 


Apodada de diversas formas esta deidad presume de haber sometido a toda cultura o credo bajo sus hilos de marioneta. Mece nuestra vida en sus brazos hasta ponernos la camisita y el canesú como bebés indefensos. Para que clamemos a los cuatro vientos desde el alba al ocaso su nombre; llamémosla "línea" o "red" los mas técnicos, e incluso “chicha" hasta "la wifi" los mas coloquiales. Es el mismo diagnóstico yonqui para cualquier hijo de vecino existente en la actualidad, viéndonos atados de pies y manos a un estilo de vida totalmente capturado por la información personal encriptada en código binario. Viajando miles de kilómetros a la hora de repetidor en repetidor. 


Sin filtro ni criba llevamos un tiempo atiborrando esa nube virtual de datos y más datos creando un torrente viral con aires de eternidad. La inquietud del ser humano la mantiene viva y en movimiento lo cual hace imposible muchas veces el poder someterla a algún control. Te ayuda, te enloquece y te hace olvidar dormir.


En vez de buscar con quien hablar buscamos cobertura, el conocimiento se extrae por banda ancha con trazas de incompetencia no contrastada y nada objetiva; nutriendo el saber propio de la grasa saturada que producen los boca chanclas... buscando matar la soledad entre caracteres olvidando el reclamo a viva voz y llenando el tiempo de vida al cobijo de una barra de descarga interminable. Y como sus pedales son de mantenimiento humano a veces nos vemos aislados de su presencia desencadenando la horrible adicción. Un vacío de cobertura existencial que ahoga nuestra ansiedad y nos castiga en un universo analógico, ahora desconocido para las generaciones llegadas. Se impera del apagón donde el horizonte se desdibuja del pixel para dejar paso al carboncillo, despertando el prisma físico y refrescando la maniobra del N.O.D.O. que parecía estar caducada. 


Posterior a superar el trauma nacen, por generación espontanea, las cuestiones de formulario aptas para el placebo digno de conformarnos: ¿Cuánto hace que no disfruto de una tarde con café y tertulia? ¿Y paseando? ¿Cuánto hace que no miro un álbum de fotos para volver a ese momento? Pudiendo estar así líneas y líneas...


El considerarse moderno ya es antiguo y el pretender almacenar todo es arcaico. Porque ya es otra onda en el estanque y volver atrás no es posible; por mucho que se perciba esa sensación de ir muy deprisa. Con riesgo de ser tachado como llorón del paleolítico, sigo pensando que es posible seguir hacia arriba sin perder en el camino el sentido del tacto. Con cosas tan obsoletas como apoyar un llanto con abrazos en vez de emoticonos, o provocar la excitación con un beso en el cuello y no a base de imágenes retocadas. Es el eslabón físico. Lo máximo que hoy día puedes sufrir es una tendinitis en el pulgar de tocar una pantalla táctil, la elaboración ha perdido el cuaderno de hoja rugosa y la mancha de tinta en el perfil de la palma de la mano. Porque la tinta ya es electrónica y la personalidad con la que se creaba desapareció como archivo adjunto no compatible.


Nunca se podría pensar en todo el maremoto de vanguardia como amenaza demoníaca, gracias a ello nuestra sociedad ha crecido en servicios, calidad y eficiencia; siendo un arma poderosa en nuestro avance. El problema es cuando ese arma se utiliza como vestido y la soledad acaba paliando su gula a base de barritas energéticas, rellenas de "hashtag" con crema de "trending topic". 

Así es imposible que las pieles tengan su roce de rigor, activando la carne de gallina como máquina extractora de vida. Para la balanza digito-humana usaría, en medidas exactas, una aplicación multifuncional y gratuita capaz de conseguir la mayor red de contacto humano en la historia de la red, con un "me apunto" en lugar del "me gusta" y como colofón final una regla de oro: la obligación moral de apagar cualquier dispositivo electrónico mientras uno se encuentre acompañado... espeluznante. 


Y para mí personalmente un gran avance en el campo de la comunidad virtual y, sobretodo, un excelente tratamiento para la desintoxicación de este credo en el trastorno de la soledad inalámbrica.


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