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viernes, 26 de septiembre de 2014

LEY DE PROPIEDAD PENITENCIARIA.



Si estas entre los 25 a los 35 años, eres español y el techo que te cobija empieza a ser una prisión, bienvenido al club. Tienes la suerte de ser socio honorífico nada mas inscribirte. La inscripción es obligatoria.
Requisitos:


- Estar parado y no cobrar prestación social.




 







- Ser propietario de un inmueble con una hipoteca que sube por culpa de los intereses de carácter mafioso que tu banco te ofreció.



 









- Seguir vegetando en casa de tus padres sin posibilidad de un futuro hogar en un horizonte lejano.



 










- Vivir de alquiler y ver cómo te estrangula la renta, en auge mientras tu sueldo baja.



 











- Trabajar como una mula y no llegar a setecientos euros mensuales para costear casa y gastos.



 











Con cualquiera de estos tres requisitos ya estas dentro. De hecho, si posees más de uno de ellos se te obsequiará con una camiseta con la impresión que dice:


“España es así. Haber nacido en Noruega..."




Después de la explosión inmobiliaria que sufrimos a lo largo de diez años; años en los que la gente poseída por el síndrome Onassis solo querían buscarse un trabajo, con su desglose en B, e hipotecarse hasta las cejas con un kit completo de casa, coche y reforma. A pagar en 50 años y nada de ahorrar que eso son "mariconadas"...



Ahora, en un horizonte de edificios esqueléticos repartidos por toda la meseta, se hace un guiño exagerado a los barrios muertos de Chernóbil. Como si una fuga de estupidez radiactiva hubiese sido la responsable del abandono tan invisible sufrido por el ladrillo, en un intento loco de edificar cada metro cuadrado de este país. Con un slogan de lo mas ibérico clamando un "¡No hay Huevos!" en cada urbe, descampado o bosque achicharrado. Y con la excelente colaboración de la Gomorra con corbata que reina en los ayuntamientos más recónditos.



Ahora sí, el estado siempre declina responsabilidad al anterior capitán de flota e intenta justificar sus decisiones romanas para la solución de un problema latente. Que a día de hoy sigue sin resolución con millones de pisos e urbanizaciones vacías. 

Imposibles de vender. 

Los alquileres en constante subida, como la gasolina, pues es donde se ve negocio; y la constante "mano negra"  encargada de blindar los derechos de los arrendadores por encima de los ciudadanos, ahogados por un péndulo defectuoso que sube sus gastos y baja sus ingresos. Para imponer el conformismo de una batuta fabricada en Alemania que nos dirige por un camino del cual estamos más perdidos que el ministro de Andorra en las Naciones Unidas...


¿Cómo supuestamente se va a regularizar esta situación sin que a los ciudadanos nos parezca que se está intentando sacar negocio de la mala gestión urbanística? Y no lo parece, cuando ves miles de desahuciados sin un techo por la nula ayuda social o la mala gestión de viviendas de Protección Oficial, la cual deja mucho que desear. Si a esto se le añade el tsunami Okupa que sufre España

con la cantidad de irregularidades que ocurren en las viviendas, como los "enganchados" al agua, luz o gas de forma ilegal, se antoja muy cuestionable el ajusticiar ciudadanos que constantemente están bombardeados de noticias sobre la corrupción de nuestros políticos. Hartos de ver como fulano del P.S.O.E. o mengano del P.P. estafan a Hacienda y coleccionan chalets; o montan empresas fantasma para cobrar subvenciones que generan los impuestos del currito de turno. 





Con todo esto crudo y sin cortar lo único que te queda como miembro del club es buscarte trapicheos en negro, dejar de pagar tus impuestos y pegar una patada a la puerta de un piso vacío para pegarte la vida padre. Y esperar a que por obra del espíritu santo se solucione todo dejando el tiempo pasar. Mientras, las personas con integridad y con responsabilidad siguen emigrando en manadas o aguantando en sus trabajos precarios para alimentar el parásito de la solitaria que cobijan los leones del congreso.


En conclusión. Como hacer arder todo no es posible, y no será por ganas, la decisión vuelve a ser cosa nuestra. Intentar con todas nuestras fuerzas no entrar en el juego de la especulación, la ilegalidad, el chanchullo fácil y el bien propio sobre el común. 


La consecuencia más grave que tenemos hoy día es no saber diferenciar entre el negocio y la necesidad.


Eso sí, ni todos son fulleros que estafan ni muertos de hambre sin cobijo. Y desgranar esa paja, por mucho que queramos, nunca estará en nuestras manos.




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