Si te digo que suspiras profundo sin saber por qué lo haces,
sintiendo no estar al cien por cien, sin la verdad aprendida que aporta recurso,
percibiendo la herida del falso aguijón.
Un diagnóstico a tratar con la herencia utópica adquirida
hace imposible una medicación. Habituados a la pelea con mano atada, desconociendo lo fácil que fue, caemos de
rodillas al primer duelo exigiendo soberbios el nivel facilón. Amarrados a aquel tratado idealista heredado
sin pensar que un buen día podría
partir. Insostenible en su bastión.
Si este sentimiento
te cataloga pernoctaras en el club del milenio, donde el sobrevivir y el por
qué luchar tienen falta de asistencia.
Repleto de mutualistas nacidos de un brownie social, de
ingredientes insípidos, sin guerra o
esquirla histórica que nos aporte toque sabroso. Sin la vivencia amargada que
refuerce patrones vagan borrachos con su pena artificiosa saliendo al campo sin
saber jugar, convencidos de no tener reeducación. Viendo al indignado en las
plazas clamando una unión colectiva diluida con el paso del día. Germinando
proyectos sin proyección, enamorados de la basura siendo su última estación.
Solo queda el buscar la nada en los bolsillos dando
ultimátum para correr, luchar y tropezar lo que sea menester. Vencer el miedo
de olvidar esa casa y ese coche y ese dinero que esculpe nuestra santa
trinidad. Y buscar bien hondo en nuestro buzón obsequiando una meta y un sentir
que ruborice a las ganas de vivir. Como el recortador y su valía saltando a la
arena sin debilidad ni capote, temiendo errar y no vivir en su hacer, con la
tranquilidad de no vencerse en cobardía. Llegando a lamentar el no ser, que te
envenena desde la barrera. Que ceba la agonía.
Así se podría salir del cautiverio vigente eliminando tu
participar en los estatus de generación, y aunque sólo y sin tutela se inicie
un caminar será un recorrido de orgullo, sin holocaustos ni dictadores que
faciliten madurar. Sin la hambruna y la revolución que ubica el pensar. Solo el
ser como humano conseguirá llamar a la puerta de un nuevo proyectar. Sin
fijarse en seguidores parásitos responsables de frenar la inercia sanguínea que
romperá los esquemas que un buen día, la madre social, nos hizo tragar.
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