Salta el reloj de la compasión y el amor
fraterno, de repente se activan las alarmas y ablandamos la pose pensando en el
perdón o en quien añoras. Seguidos del
“vuelve a casa, vuelve” comienza la
función del espumillón en el bazar chino y empezamos a hacer acopio del exceso
de calorías y del recibo de luz.
Porque eso es navidad. La época en la que
las guerras se aplazan y los matrimonios se salvan. En donde tenemos la
necesidad imperial de agradar y de mostrar nuestros sentimientos. De saludar al
vecino que el resto del año es un fantasma haciéndonos sentir mejor persona.
Porque sin saber por qué te acuerdas de todos los que están lejos y exprimes el
momento melodramático que no se volverá a repetir hasta la siguiente pascua.
Aprovechen rápido pues es una oferta
limitada, el espíritu navideño fallece la madrugada del 7 de enero y a
posteriori, todo ese halo Disney que nos poseía desaparece. Se esfuma de la
ventana mágica que programa nuestras vidas cambiando el membrete de la
Cabalgata de los Reyes por La Cuesta de Enero.
Y
recuperar aquello que nos hizo daño o no toleramos que vuelve de entre los
muertos. Con las dietas, los bonos de gimnasio y las clases de inglés o de
informática. Y la austeridad sale a pasear imponiendo los arrestos
domiciliarios por el no gastar, con el bálsamo de disfrutar todos los caprichos
que los reyes dejaron. Y las promesas y acercamientos desvanecidos también
vuelven al arcón hasta próximas fechas... qué bien que vuelve una vez más la
navidad, habrá que exprimir cada momento hipócrita, que en breve...
No hay comentarios:
Publicar un comentario