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viernes, 13 de diciembre de 2013

EL DÍA DE LA MARMOTA VESTIDA DE RUDOLF.






Salta el reloj de la compasión y el amor fraterno, de repente se activan las alarmas y ablandamos la pose pensando en el perdón o en quien añoras.  Seguidos del “vuelve a casa, vuelve”  comienza la función del espumillón en el bazar chino y empezamos a hacer acopio del exceso de calorías y del recibo de luz.


Porque eso es navidad. La época en la que las guerras se aplazan y los matrimonios se salvan. En donde tenemos la necesidad imperial de agradar y de mostrar nuestros sentimientos. De saludar al vecino que el resto del año es un fantasma haciéndonos sentir mejor persona. Porque sin saber por qué te acuerdas de todos los que están lejos y exprimes el momento melodramático que no se volverá a repetir hasta la siguiente pascua.


Aprovechen rápido pues es una oferta limitada, el espíritu navideño fallece la madrugada del 7 de enero y a posteriori, todo ese halo Disney que nos poseía desaparece. Se esfuma de la ventana mágica que programa nuestras vidas cambiando el membrete de la Cabalgata de los Reyes por La Cuesta de Enero.


Y recuperar aquello que nos hizo daño o no toleramos que vuelve de entre los muertos. Con las dietas, los bonos de gimnasio y las clases de inglés o de informática. Y la austeridad sale a pasear imponiendo los arrestos domiciliarios por el no gastar, con el bálsamo de disfrutar todos los caprichos que los reyes dejaron. Y las promesas y acercamientos desvanecidos también vuelven al arcón hasta próximas fechas... qué bien que vuelve una vez más la navidad, habrá que exprimir cada momento hipócrita, que en breve...




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