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viernes, 1 de agosto de 2014

EL SÍNDROME DE LA VIEJA DEL VISILLO







Mira bien la paja del ojo ajeno porque donde fueres haz lo que vieres y sin duda un hombre precavido vale por dos... 

Nos falta llevar camisetas con el slogan "si me juzgas me controlas, si me asustas me vences". En la reválida que periódicamente nos examina estamos aprobando con truco, convencidos de ser aparentemente liberales para no caducar moralmente. Para no sentir que el traje del progreso nos queda grande; apoyando estatutos panfletarios que en la intimidad de la casa no nos convencen. 

Somos liberales y modernos de boquilla hasta que nos salpica en casa. No hacemos mueca hasta que lo sufren nuestras propias carnes. 

Humano en la calle y racista en casa, solidario en público y egoísta en privado, democrático en sociedad y extremista en la alcoba, neutral en el trabajo y machista en el salón... e incluso a veces inexplicablemente el mismo caso pero a la inversa.

Por eso, porque no hay vergüenza de conciencia pero sí de comunidad. A pesar de vivir cada vez más insociables nos duele demasiado su opinión. Quemamos calorías montando funciones de falsedad en vez de dar la cara y echarle huevos a lo que los ideales propios dan de comer a nuestros corazones. 

Lo único que nos representa como marca España es la ambigüedad, el tupido velo que muestra lo que no es. Y así no se puede acabar ningún proyecto con unos cimientos dignos de no ser el resort vacacional de los acaudalados, la broma del progreso o el burdel de Europa. 

Menos quejarse en los bares y más coger el toro por los cuernos que decorando nuestras autopistas no soluciona absolutamente nada. 

Si tan aparente es ver el país tan fragmentado mas imbécil es pensar que podría funcionar así, como si fuéramos el hermano tullido de los Estados unidos. Ahora la moda es un "Podemos" pero para poder hay que hacer, y el ser honesto con uno mismo es la línea de salida. Yo lo cambiaría por un "¿Queremos?" y empiezo a regalar honestidad, ¿y tú?

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