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lunes, 11 de noviembre de 2013

Elvis in The Ghetto





Ladies and gentleman, uno de los iconos de nuestra historia acaba de entrar en el edificio. Dueño de una de las vidas más populares, adornada como un pavo de acción de gracias rellena de luces y colores, se camufla una biografía desconocida para todos. Apenas se conocen rasgos de su vida que no sean los típicos sucesos o leyendas urbanas que se crearon a su alrededor.
Su imagen, explotada hasta la locura, dejaba en su paso por el mundo una carretilla repleta de momentos kodak;  pero yo me quedaría con aquel en el que prácticamente se convirtió en un dios... no lo imagino, lo cuento:

Enero de 1973, después de resurgir de sus cenizas, desplegó su envergadura para inundar de puro soul más de mil millones de hogares. Concierto vía satélite con un potente titulo “Aloha from Hawaii”; y una voz cálida llena de fuerza, revestida de millones de matices y colores surcó  los cielos adentrándose en nuestras vidas. Fue tan mágico que al culminar su obra y adoptando su postura clásica con la capa de su traje, pude ver esa águila apuntando al cielo que hizo que el mismísimo Dios bajara a pedir disculpas por no haber ocupado butacón en las primeras filas…

Una emisión televisiva record que casi todas las personas que existen en algún momento de su vida  han visto.
Por su puesto, estoy hablando de Elvis Aarón Presley, o el Rey. Creador de las grupis y padre por poderes del Rock & Roll; teniendo cientos de apelativos el que mejor retengo en mis neuronas es "Elvis Pelvis", que a mi juicio le iba como un guante.

Aquellos movimientos eléctricos y pendulares hicieron vomitar azufre al pensar más republicano de la época. En los hogares americanos fue una ventana abierta a un torbellino sexual y desconocido, de un "hillbilly" descarado que tricotaba con sus caderas el escenario. La juventud bramaba sus canciones enloquecida mientras que la sociedad purista se rendía a la censura más ortodoxa.

Pero hay más miga en el bollo.

Su existencia es un suceso de vivencias que, como la cadena de una bici, va engranada perfectamente para estar avocado al éxito rotundo. 

Nacido en 1935 en Tupelo (Mississippi) y criado en una shothgun house de esas que se reproducían como setas por todos los barrios marginales de América, crecía un chico repleto de mestizaje genético que se paseaba con discreción por las escuelas yanquis, armado con una guitarra infantil y tachado de paleto con banjo, fue sobreviviendo a duras penas arrastrando la vida perra de su padre.

Su primer affaire de escenario fue con diez años a lo cowboy, cantando <<Old Sheep>>, no llegando a superar los tres primeros puestos. Su timidez era abrumadora, solo diezmada por los acordes de su guitarra y su voz.

Poco después en los 50, Elvis ya se movía entre futuras estrellas musicales,  como Johnny Burnette, Paul Burlison o Jesse Lee Denson, con los cuales tocaba y aprendían de la mejor forma… es curioso como los talentos se atraen con ese magnetismo tan especial. 

A lo largo de la historia musical se han visto numerosos casos en los que en sus trayectorias han coleteado con otras futuras promesas. Lo que yo digo vamos, avocados al éxito.
Armado con sus patillas y ese oleaje capilar untado de vaselina llamado tupe, iba absorbiendo de oído todas las influencias musicales que le definieron: country, góspel, rhythm & blues batieron sin experiencia un torrente de creación que solo él podía desarrollar.

Mamaba de la música negra y eso convertía a un "blanco cantando como los negros”. Primero, logró reventar los grilletes que cerraban las puertas a dichos estilos musicales  y un trasfondo político y cultural que removía aguas turbias.

Encendió un combate entre la América del despertar y la América más profunda.
A los blancos no les gustaba que hiciera música “negra”, y a los negros les indignaba que él pudiera triunfar con el R&B... de ahí lo turbio. Detractores a la par que seguidores haciendo difícil encajar en algún sitio, renaciendo así uno de sus traumas más tempranos, la soledad.

En el verano de 1953 se dirigió inocente a grabar un disco de acetato de doble cara para su madre. Todo su objetivo era colmarla de cariño. En la Sun records no las vieron venir, pocas veces el éxito personificado se les colaba hasta la cocina. En su procesar administrativo le hicieron el cuestionario estándar, <<que tipo de cantante era>> y <<como quien sonaba>>, a lo que Elvis respondió “canto todos los tipos de música” y “no sueno como nadie”… todavía suena emocionante… 

El tren de mercancías Presley, descarrilado, arrasaba el continente americano con la fuerza sobrenatural del futuro sucesor de la corona. Esa actitud de oro, era imparable.
El tesoro de Ébano, algo mitológico en el mundo de la música por aquel entonces, era la prueba a batir por todas las discográficas. Para la América tosca de la época,  encontrar un blanco con sonido negro y sentimiento negro, sería un rio Bravo de millones de dólares. 

Aquí empezó todo el largo camino que tendría que recorrer. La primera en tocar la campana fue la compañía discográfica RCA Records en 1956, lanzando <<Heartbreak Hotel>>, y a ver qué pasaba. En mi humilde opinión no debían saber muy bien por donde iba a salir aquel proyecto, pero no defraudó nada, destrozando La Lista Billboard con el primer puesto durante diez semanas.
América era un convento de clausura, y un buen día llegaba alguien y ponía un “8 pistas” con Led Zeppelin por  la megafonía… ese efecto devastador produjo su swing, un sonido salvaje sin punto de referencia en la cultura musical para comparar. Aterrador en una época desquebrajada de sentimientos añejos, donde el gigante americano luchaba por ser La Potencia Mundial ganadora. Era como relajarse o soltarse la melena, incongruente con el público familiar. En las altas esferas se le trataba como perro loco; el mismísimo J. Egdar Hoover, preso de su homosexualidad, declaró a Elvis “un peligro para la seguridad de los Estados Unidos”, y todo lo que fuese inestable no era apto para el país, pues creían demostrar debilidad. Cualquiera diría que el mismísimo Hoover se había desmelenado, y avergonzado de su resultado, opto por no volver a correr ese riesgo.

Todo se tapaba debajo de la alfombra. El estado, a través de los medios de comunicación, intentaba desbancarlo pero su movimiento de ficha fue más eficaz; declarando poder cumplir el servicio militar como cualquier otro americano. Si no puedes con el Gigante únete a él, pero de la mano de toda la juventud y los amantes de la música. Era un trato difícil de rechazar.

Su país no fue hospitalario en sus primeros contactos…
En el servicio militar no fue bien recibido; no pegaba con el tío Sam, tradicional y familiar, y su cartel popular lo encasillaba en un loco de envergadura que cantaba lo prohibido y sonrojaba a las quinceañeras.  En realidad fue un patriota condecorado como sargento y amante de las artes marciales. Durante el tiempo que el rey jugaba a las maniobras siguió funcionando la tragaperras Presley;  entre grabaciones inéditas y "especiales" lograron mantener el hilo conductor para que aquello no se enfriase. Elvis vivió ajeno a todo esto en su momento comando y sin la tutela materna estaba perdido.
Siempre fue un gran hombre atado a una gran mujer; primero su madre, que era su voz en off  y pilar fundamental en su vida. De hecho cuando murió su madre, ocurrido mientras servía en el ejército, fue la primera vez que El Rey hincó la rodilla. Paradójicamente ese mismo año conoció a Priscilla, la otra gran mujer a la que agarró su mano tras soltar la de su madre...No volvió a ser el mismo.

Todo este goteo constante de proyectos llamaba mucho la atención a la meca de los sueños; Hollywood tenía jugosos planes para El Rey, teniendo en cuenta que pasaba por su época más vulnerable; había que aprovecharlo.

Apenas se estrenaba una película y había ya otra a punto de terminar. Con sus canciones correspondientes, más los primeros tanteos en bandas sonoras, el "chorreo" de álbumes producidos era abrumador. Tenían Elvis hasta en la sopa y como en todos los aspectos de la vida, a mucha producción poca calidad. Su esencia se estaba quedando en el cajón de la cómoda y estaba inmerso en un éxito envenenado que daba vértigo. La última ráfaga que hizo saborear las mieles del éxito (Crying in the Chapel) en 1965 parecía una profecía que se hacía realidad con cierta alevosía; literalmente acabó llorando en la capilla…
¿Qué paso entonces? ¿Ya no había la chispa que logró antaño? Salvo alguna B.S.O. que aguantaron algo mas, los éxitos del Rey se estancaban tomando un cáliz menos fresco. El mundo entero avanzaba y los sesenta en Estados Unidos apretaban fuerte. Lo último que deseaba era convertirse en un "Remember" pero ya era tarde. Todo sonaba igual y había perdido el alma que hacían sus acordes especiales.
Elvis se perdía en su propia figura. 

De Priscilla no podemos decir que surtiera el mismo efecto que su madre,  lo conoció con catorce años y tiempo después, al casarse, paso a ser una deidad para ella. Estaba casada con El Rey, se convertía en La Primera Dama del Rock & Roll; o la Jacqueline Kennedy del R&B, incluso la Michelle Obama del mundo de la música... lo único que jamás lograría convertirse es en una autoridad para Elvis Presley.
Su estampa se fue diluyendo en el horizonte; convertido en folclore competía con sonidos nuevos y solo rascaba un poco de las listas Top. Lo justo para que los fans del tupe lo mantuvieran vivo. 

En medio de este hundimiento allá por 1968, nació su hija Lisa Marie; y a pesar del momento tan difícil para el Rey, fue en parte lo que hizo coger las riendas para conseguir girar su carrera e intentar resurgir volviendo como un "grande" en los escenarios. Solo tenía que escoger el camino idóneo para retomar su estatus, algo que todavía no había sido capaz; tanto su madre como las discográficas habían asumido como cosa suya dicha responsabilidad en ocasiones anteriores. El rey estaba madurando lo estrictamente necesario, lo justo para no llorar ante las responsabilidades que le tocaban, lo justo para llevar las riendas. Podía ser muchas cosas pero siempre fue un superviviente; solo tuvo que volver a sus orígenes, a su esencia más pura, para que volviera a brotar aquel volcán que había conseguido que un país entero comiera de su mano.

Ya es difícil que el champan no pierda fuerza y en la música hay muy pocos caciques que burbujeen épocas,  conseguir consagrarse sería el sumun del artista y Elvis estaba a punto de conseguirlo. Solo quedaba una cosa; como todo rey, necesitaba su castillo y su reino. Era la pieza clave para endiosar un icono que pasaría a formar parte de las diapositivas de la historia, entre "la llegada del Hombre a la luna" y "la caída del muro de Berlín"...

Y aquel paraje no se trataba de Camelot, bueno, sería como un Camelot borracho lleno de neones, prostitutas, millonarios y glamour. En efecto me refiero a Las Vegas. Era el sitio idóneo en la época perfecta y con las circunstancias adecuadas para que se alinearan los planetas. La culpa la tuvo un contrato millonario con el International Hotel que lo catapultó de nuevo y le abrió las puertas a conquistar el mayor parque de atracciones para adultos que existe.
De hecho, Las Vegas no sería a día de hoy lo que es si no hubieran abdicado todos los terratenientes horteras que mandaban en cada hotel, dejando el trono a un verdadero rey del Rock & Roll. Creció como ciudad, y manteniendo ese halo que muy pocos sitios en el mundo poseen. Fue un favor mutuo.

Adentrados en los setenta, Elvis Presley era mundialmente conocido, consagrado y admirado. Cada noche, un manto de estrellas dormía sobre Las Vegas elevando a los cielos al Rey bajo los focos, cada noche era una Nochevieja eterna en la que todos querían ser partícipes de ese momento único. Cada noche políticos, presidentes y embajadores se codeaban con chulos, ludópatas y paletos con la Olympus en el pecho; ese equilibrio tan esquizofrénico lo hacía tan especial. Cada noche.
Todo el mundo se presentaba en su porche con su American Pie rellena de dólares, intentando formar parte de su entorno. Pasó de ser un chiste obsceno a un colaborador por obligación de Nixon, que ayudaba a dirigir el continente más potente de la época. Todo esto para él supuso otro cúmulo de responsabilidades que, con su madurez limitada, se vio desbordado de nuevo.

Teniendo en cuenta que musicalmente estaba a punto de rozar la perfección habiendo encontrado "esa tecla", era lógica aplastante que en el terreno personal se derrumbaba sin remedio. Cada vez que El Rey deambulaba por Las Vegas se abrían las camas de las mujeres más deseadas. Tenía la sangre criolla y caliente, no era muy penitente con los votos matrimoniales; en su reino eran sus reglas.

Para Priscilla lo más doloroso fue que El Rey no escondiera sus deslices, más que la propia infidelidad. A la primera Dama del rock se le atragantó su ego, y empachada de orgullo se unió a la fiesta de la poligamia. Con la vida matrimonial perdida y oliendo a podrido, Priscilla y Elvis se divorciaron a principios del año 1972, retomando sus vidas paralelas y mirando cada uno lo suyo. Una separación que tiempo después se transformaría en autodestructiva para él.

Elvis llevaba tiempo en la cresta y todos tenían la sensación de que no podría durar eternamente; todos lo respetaban y admiraban, y lo trataban como si fuera el Sultán de Babilonia. Pero había algo en sus ojos que no los hacía brillar como antes, ese fantasma de soledad que hacía llorar a un gigante con guitarra. Cada cierto tiempo, cambiaba de pareja como de capa porque nunca fue capaz de vivir solo, porque siempre necesitó una mujer a su lado. Él mismo percibía que todo al final se acaba y se encerraba en sus clichés propios, entre Sheriff del Condado, putero y cachorrito abandonado. Y aderezado con un recetario de químicos con el que se pasaba todo el día entre el subidón y el bajón,  era cuestión de tiempo. Como él lo sabía, y no era nada estúpido en muchos aspectos, pensó que ya era hora de quemar el último cartucho, esa última baza que te coronara a través de los tiempos…

Y aquí volvemos al punto de partida, Enero de 1973, aquel día glorioso en el que tapó muchas bocas y enamoró con el Rock &Roll a millones de amantes de la música. 

Si alguna vez en la historia musical ha tenido sentido la palabra “regreso”, en el más puro sentido de su definición, es en la vida de Elvis Presley. Se grabó un Especial  en Junio que se fraguaba a bombazo para las navidades. Donde más brillaba “Elvis” era en las actuaciones en vivo; donde dio todo lo que su pelvis le aguantó, donde cantó lo que quiso y como quiso sin pepitos grillos alrededor de él. Hay algo mágico cuando ves a una persona que perdió el rumbo y finalmente encuentra su camino. Fue El Regreso con mayúsculas…

Qué momentazo.

Ni siquiera fue emitido en directo, fue grabado en verano para emitirlo en plena navidad, cuando el sentimiento yanqui vestido con su chaqueta metálica se pone cómodo con batín y pantuflas. En la mayor parte del continente estaba nevando, lo que hacía más  tierno el momento; era perfecto. Elvis eligió lo que quiso cantar y como quiso hacerlo; el montaje, probablemente fue su proyecto más puro, cada trazo de su obra llevaba su esencia con patillas. Aquel concierto en vivo fue único, lo que le recordaba que su concierto personal llegaba a su fin y supo acabarlo con bombo y platillos. A todo el mundo le encantó, porque sus ojos volvieron a brillar. Porque sus caderas volvieron a rocanrolear.

Era la sensación de acabar bien el trabajo. Muy americano, pero a fin de cuentas correcto, emotivo e idílico. Por eso a día de hoy sigue salpicando por televisión en algún canal de rebote su imagen de blanco y el águila dorada...
Si hubiera podido elegir estoy seguro de que no le hubiese importado acabar su existencia allí, aclamado y desbordado de la endorfina que produce el crear un espectáculo musical de tal envergadura. Que hubiesen bajado el telón y su luz se hubiese apagado...

Muy poco después, a finales del mismo año, debido a su declive de salud con la automedicación, Elvis Aarón Presley falleció a causa de su amante más exigente, El Demerol.

A pesar de ser consciente del problema, estaba ya en esa etapa en la que no tenía control ninguno. Se movía de un concierto a otro como un zombi, luchando por acabar cada día. Hay mucha leyenda urbana del momento en sí, pero todo apuntó a un combo de pastillas que esa vez no pudo aguantar... en su vida hubo demasiados excesos para alguien como Elvis que lo tenía todo, y si no lo tenía, lo quería para ayer. Inmerso en ese bucle de pastillas-limusina-avión-pastillas-show-pastillas-limusina... 
resultaba imposible para cualquiera; era como una trampa china.

Aquel día su alma indomable quebró la rodilla, pero esta vez para caer de bruces y decir basta. Un grito sordo arrasó el continente cuando el 16 de Agosto de 1977 se apagó La Voz. Graceland, que fue otorgada ciudad mausoleo, se vio devastada por millones de personas que acudieron al funeral para darle su último adiós. Era el adiós a un fenómeno musical y cultural que jamás tuvo comparación, lo que lo hacía abrumadoramente especial. Único.
Se convirtió en una referencia musical para muchísimos artistas desde entonces y a día de hoy.

 Se convirtió en una estrella más de las pocas que deambulan por el cielo dando de vez en cuando, pinceladas de inspiración.
Dando sueños inspiradores a los artistas noveles. Dando ese repelús de gusto por la espalda cuando, deslizando un vinilo de tantos que hizo de su sobre, dejamos que la aguja surque sobre él consiguiendo resucitar su voz, exactamente igual que el día que se grabó…

Un adiós amargo para endulzar millones y millones de oídos para el resto de sus vidas.

   Damas y caballeros, El Rey, acaba de abandonar el edificio.


                                                                              FIN

                                                                                                                                            


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