Se
siente como castigo y otras tantas dulce cuanto más se demora. Epitafio de
todos los problemas que no tienen solución; a veces necios por creer que hará
cambiar cualquier situación inmune al reloj. Asesinándonos de aburrimiento, con
el poder que parece ralentizar el aire y enfriar los errores.
Alienta
los sueños y simultáneamente envenena
los corazones, burlándose de los puntuales y haciendo en ocasiones que los
planes salgan bien. Con poder para hacer enloquecer. Para conseguir un sueño inalcanzable,
cofrade con la paciencia la cual evita siempre su compañía. Para crear
mariposas de la oruga y dar linaje al hongo que aparece en la humead.
En
un arrebato kafkiano, diría que la misma vida es una espera; al principio con
desarrollo lento y denso, donde esperar es nuevo y cada espera es un principio
de aprendizaje. Un potaje de sensaciones donde el excedente de tiempo es de
buen invertir.
Más tarde pasa desapercibida estresada de
vivencias causadas por subir la velocidad; entretenida en desglosar la lista de
ruegos y peticiones que todos llevamos, logrando convertir una espera en la perfección
de la misma. Puliendo el hábito para ascenderlo a profesional, y llegando a vaticinar de la mano de la
experiencia cuándo no merece la pena una espera.
Para finalmente acelerarse y claudicar su
fin cualquier día, siendo un dulce paladar el sufrir cualquier espera, menos la
espera de la bajada del telón.
Las
mejores cosas de este mundo necesitan de la espera. Maldecimos su presencia
recordando las esperas que nos hicieron sufrir, y parecemos olvidar todas
aquellas que cicatrizaron corazones, que alimentaron deseos haciéndolos
infinitos. Consiguiendo no errar en el mismo camino. Escribiendo el guión del mismísimo tiempo.
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