Cuantos y cuantos lunes de nuestras vidas
adiestrados a ser crudos, porteadores de noticias y de inauguraciones de un
comienzo de ciclo. Un día idóneo para empezar o acabar un trabajo, para ir por
primera vez al gim. A mi parecer el lunes es el día que mas información se debe
de asimilar comparando el resto. E intentando absorber todo lo acontecido se me
ocurren varias formas de hacer que no sean el puro empacho de información... y
entre pucheros es muy dado robar los aromas y esencias con técnicas culinarias,
algunas de procedencia ancestral, de las cuales me quiero apoderar de una en
particular. El Fumet. Artesanía elaborada a partir de conceptos básicos que
evolucionan en un caldo vitalicio, de estancia en los fuegos breve pero
intensa, absorbiendo la vida de lo que cuece y llegando a depurar un magma que,
en reposo, se transforma en perfume.
Básicamente sería el proceso a llevar con todo
lo que un lunes te puede ofrecer, a través de los hilos informativos que nos
hacen marionetas. Ponerlo en ebullición y esperar alimentarnos con lo que salga
de la cazuela.
Esta receta nada austera va cargada de
sabor agridulce, con pinceladas magras que lo espesan. Haciendo el arte de
deglutirlo un padecimiento. Como ingredientes la lista es corta; pudiendo pasar
como menú del día a 9'90€, pero la paleta de sabores rompería dicho menú dando
como resultado para el paladar un mejunje
apocalíptico listo para vomitar.
En la encimera, para cortar en juliana,
tenemos una congelación del salario mínimo en España lista para bullir. Pasando
por el chino los presupuestos por eliminación, e intentando a la desesperada
lograr un equilibrio mitológico. Reconstruyendo a golpe de loctite una sopera
de nombre España hecha añicos y llevada al delirio. A la desesperación.
Aportando regusto a "desconfianza y desunión" para sentir como el
tiempo deja de conciliar, consiguiendo pudrir y desmembrar.
Si geográficamente el país estuviera
dividido en islotes, imaginando el horizonte de un buen plato de sopa castellana,
estarían los mendrugos de pan ahogados, a la deriva, peleándose por el único
taco de jamón de Guijuelo que flotara en el caldo. La base es la idea de que
todo esto es más profundo de lo que parece; si hiciésemos caldo de ello la
morralla resultante dejaría entre ver una fosa residual con restos de memorias
sin cicatrizar. Insípida en el perdón y excesivamente salada en el rencor.
Cuando el caldo se pone ácido se lo bebe el fregadero; nadie tiene la
ocurrencia de dejarlo enmohecer pensando que más adelante llenará los platos.
Un carácter ibérico es docto en el sentir
y remolón en el pensar, ofreciendo tales ingredientes ningún ciudadano los
querrá cocinar y con esto no digo que no haya que actuar en conclusión. Como
característica penal debemos admitir que por encima de ausentismo de voto
aplasta con mayoría el ausentismo de responsabilidad. Se debe extirpar la
membrana política que se ha ido alojando en las retinas del que manda, y se
debe entender que cada ciudadano, al igual que cada ingrediente, es responsable
de un todo para que exista un buen resultado. Todo prisma es válido y por
consecuencia necesario para lograr el objetivo común llamado equilibrio. El
exacto punto de sal, ni insípido ni fuera de lugar.
Siguiendo por orden de lista me encuentro
listo para trocear "la primavera árabe" tornada más bien a otoño
árabe. Algo nostálgico en suelos revestidos de hojarasca; huele a viejo y
revuelta tras revuelta empieza a camuflarse en la parrilla informativa. Los
peatones de países con wifi seguimos viendo en los informativos la diezmada
Plaza de Tahrir, aquel icono sanguíneo que regula una ciudad
con millones de personas, en movimiento al compás del megáfono de la fe
encargado de controlar su particular caos. Ciudad llena de recovecos perfumados
de especias dibujados por un sol perenne que los observa. Una calidad familiar y tradicional que
envuelven sus gentes y sazona su cultura de calle. Todo esto se empaña por el
poder ejecutivo de la información culpable de bombardear con clichés de siempre,
con cientos de personas en combate, y aun así el ciudadano medio se come el
rancho con la televisión en la frente mas sorprendidos por la acidez de un
vinagre balsámico sobre los canónigos de la ensalada, y dejando escapar la gran
tragedia que viste Egipto.
A
poca gente de nuestro entorno encontraremos que sepan al dedillo el contenido
de la receta que hornean las cocinas egipcias. Todos afirman un conflicto, pero
no saben de que... "revueltas" es la palabra más anclada a la
explicación. Mas que revueltas rehogadas diría yo porque ya están lavadas y
hervidas, algo enfriadas esperando dejarse morir agotadas de su existir sobre
el fuego. Suerte es haber visto esa ciudad viva conociendo sus calles y sus
templos y ver que, sumida en su grieta, se desquebraja distanciando el núcleo
social de lo que un día fue cuna de la civilización. Imitando un guiso
deshidratado y amarrado al fondo del puchero.
Esperando que nunca llegue a oler a pegado pues sería demasiado tarde.
Más allá de la encimera encontramos el
plato fuerte, muy indigesto e idóneo para quitar el hambre. Me estoy refiriendo
a "el naufragio de Lampedusa" un suceso de los que se marcan a fuego
en el calendario.
La existencia reiterativa de tal
catástrofe humana provoca vergüenza en un mundo en el que se sigue permitiendo
que pasen atrocidades de semejante calibre. A día de hoy la suma de cadáveres
inmigrantes asciende a más de 300 con la única solución de nacionalizar a los
fallecidos y deshacerse lo más humanitariamente posible de los supervivientes.
No es cuestión de rasgarse las vestiduras, ni se soluciona mandando toneladas
de harina y arroz. A veces es más costoso crear unas infraestructuras que los
haga producir y consigan crecer, seguro que el resultado sería bastante
satisfactorio a largo plazo. Por el contrario parece vencer el merchandising
solidario y la moral ciudadana se alimenta satisfactoriamente del menú de
imágenes, dignas de Hollywood, que año tras año se muestran repartiendo sacos
de comida. Lo extraño es que, al mismo tiempo, se empañan otras decisiones más
permisivas para la explotación de sus tierras que anecdóticamente son más ricas
que todo el primer mundo. Y digo empañan porque a veces, siendo malicioso y
desconfiado, la lectura extraída es la de aprovechar su inferioridad. La de
castigar situaciones mientras se indultan otras.
El capitalismo que vivimos es costoso de
saciar, mas no cesamos en hacerlo e intentamos justificar su dieta. Un menú atiborrado de ingredientes como el
petróleo, los diamantes, el coltán, etc.
Cimentando nuestra alimentación de principios sin corte moral. En fin,
algo de todo esto no debe de funcionar cuando toda esa gente, con recursos tan
ricos en sus patrias, arriesga su vida en una patera. Y de recibo recordar, ante desastres como
este, la importancia de asumir que vomitamos sobre la evolución al debatir si
todo este infierno dantesco se inundará de responsabilidad italiana cuando con
hechos intentamos camuflar una
responsabilidad humana.
Como colofón me gustaría acabar con un
plato algo común en nuestra alimentación pero cambiante en su guarnición. Estoy
hablando de " La Incursión de Estados Unidos en tierras de Libia y Somalia”,
hipnotizados por su guerra mitológica cubren sus cielos de barras y estrellas buscando
un condimento llamado Al Qaeda. Con una lista de alimentos añejos y
tradicionales que hacen de esta comida un peligro cardiovascular. Una técnica
de elaboración culinaria, mutada a homicida, empujada a someter cualquier
guarnición desencajada del plato fuerte. Si no entras en el plato quedas fuera
del menú.
E impasibles somos el resto. Dóciles
asentimos la decisión de no ser guarnición y damos gustosos la aprobación por
salvarnos de una participación; salvo los castigados a acompañar al chuletón
Washington, los cuales solo ven peligrar su existencia, sabiendo que después de
no congeniar el siguiente paso es aniquilar. Quien sirva este plato en su
restaurante estará condenado a otorgar el galón de estandarte principal de la
carta, enemistando al que no quiere esa ración y pagando un precio muy alto por
servir semejante mojón. Toda una paradoja.
El
resultado final de esta macedonia informativa
tasada
y obligada a ser fumet,
queriendo
ser ambrosía digestiva
y
no llegó ni a garrafón de cabaret.
Es
tal la ofuscación en cazuela
infusionados
contra su voluntad,
que
no dan sabor ni zarzuela
soltando
un caldo de tempestad.
Tal recetario con el menú expuesto debería contar al menos con una estrella Michelin. Enhorabuena.
ResponderEliminarMuchas gracias Toni! Espero que por lo menos no te haya quitado el hambre... un abrazo
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