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lunes, 11 de noviembre de 2013

RECETARIO DE MI UTOPÍA.





Este soneto alimenticio, de inconformistas y gente pura, quiere ser de mayor receta de ideales, y nutrir pensamientos que viven por encima de lo social o político, de lo material o del credo.

Los ingredientes, a cientos acumulados en nuestro historial, soportan el equipaje de errores y aciertos encerrados en una estructura caótica difícil de conquistar. Entra en juego  un guisado muy copioso con una lista de odios, frustraciones y rencores latentes en el sustrato del mapa. Y en la mezcla  también hallamos corazón, valor, afán de superación y por qué no, cojones. Es la cabeza quien tiene más responsabilidad, asumiendo orden y ejecución de esta lista con la garantía moral de ser ciudadano de algún lugar, si no son solo trozos de algo hirviendo.

 No es creíble un hogar emplatado en estatus sociales y bienes materiales, saciando el apetito capitalista dueño de nuestra calidad de vida. Impartiendo un "tener" desde el primer "mamá quiero", confundiendo el sentimiento de tranquilidad filial con la posesión de cuatro paredes, anclando deudas de por vida y estrangulando el día a día; todo esto aliñado por un tópico desgastado de una nación que navega sin rumbos ni puerto, y un mundo movido por intereses.

 El ideal escénico es una conexión global, algo que resulta ilusorio. Somos demasiado diversos entre nosotros; dejando como única posibilidad una alegoría de diferentes pensares obligadas a convivir de forma conjunta. En la práctica se parte de la base inversa, viviendo donde no elegimos y con diferentes personas de variopinto muestrario de ideales. Una cesta de la compra con muchos productos fatigosos de aparejar. Son base de un menú bipolar para el comensal de valía que arriesga sus papilas gustativas a degustar un manjar o una bazofia. Las sociedades tan combinadas crean siempre un equilibrio mágico asombroso de ver y de vivir, pero a su vez es frágil y muy volátil con el peligro que esto conlleva. Nosotros mismos hemos cocinado este sistema de países y alianzas parejo al patio de un instituto; con sus grupos, marginados, matones y bedeles intentando sobrevivir con un régimen caduco, favoreciendo a unos y pisando a otros. En un alarde parental somos clasificados por estadística de metro cuadrado y tratados como mano obrera precaria. Ensimismados con la dieta de régimen que nos donan nuestros feudos compuesta de placebos y farsas. Asombroso resulta con la facilidad que dejamos ser amordazados por laberintos psicológicos que nos agotan hasta dejarnos perdidos. A merced de moldearnos, hornearnos, glasearnos y luego comernos.

 Pecando de risueño advierto que todo esto no es suficiente para renunciar al sueño. Al posible. Esperando que los pensares se unifiquen en una sola dirección, convertidos en Minotauro, para traducir el camino fuera de este galimatías mental. Transformando el sueño en una realidad.

Motivos suficientes para despertar y ver que estancados en tal posición seguimos desechando el fundamento de la evolución. Me quedo con ingredientes como el bien colectivo, la prosperidad y la ética; dando el fundamento recetario condimentado de trabajo y esfuerzo. Y una pizca de empatía y seriedad ante todo, que ya sabemos de sobra que para el cachondeo somos los primeros.

 Quizás así pudiéramos cambiar la carta, tal vez algo se puede lograr. O al menos intentar, y dejar de tropezar. En el conversar y el escuchar esta la pauta de mejorar. Y encontrar la tecla que nos haga conectar, hallando el sendero hacia la Utopía ficticia y convertirla en un sueño que es posible realizar.

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