Este soneto alimenticio, de inconformistas y gente pura,
quiere ser de mayor receta de ideales, y nutrir pensamientos que viven por
encima de lo social o político, de lo material o del credo.
Los ingredientes, a cientos acumulados en nuestro historial,
soportan el equipaje de errores y aciertos encerrados en una estructura caótica
difícil de conquistar. Entra en juego un
guisado muy copioso con una lista de odios, frustraciones y rencores latentes
en el sustrato del mapa. Y en la mezcla
también hallamos corazón, valor, afán de superación y por qué no,
cojones. Es la cabeza quien tiene más responsabilidad, asumiendo orden y
ejecución de esta lista con la garantía moral de ser ciudadano de algún lugar,
si no son solo trozos de algo hirviendo.
No es creíble un
hogar emplatado en estatus sociales y bienes materiales, saciando el apetito
capitalista dueño de nuestra calidad de vida. Impartiendo un "tener"
desde el primer "mamá quiero", confundiendo el sentimiento de
tranquilidad filial con la posesión de cuatro paredes, anclando deudas de por
vida y estrangulando el día a día; todo esto aliñado por un tópico desgastado
de una nación que navega sin rumbos ni puerto, y un mundo movido por intereses.
El ideal escénico es
una conexión global, algo que resulta ilusorio. Somos demasiado diversos entre
nosotros; dejando como única posibilidad una alegoría de diferentes pensares
obligadas a convivir de forma conjunta. En la práctica se parte de la base inversa,
viviendo donde no elegimos y con diferentes personas de variopinto muestrario
de ideales. Una cesta de la compra con muchos productos fatigosos de aparejar. Son
base de un menú bipolar para el comensal de valía que arriesga sus papilas
gustativas a degustar un manjar o una bazofia. Las sociedades tan combinadas
crean siempre un equilibrio mágico asombroso de ver y de vivir, pero a su vez es
frágil y muy volátil con el peligro que esto conlleva. Nosotros mismos hemos
cocinado este sistema de países y alianzas parejo al patio de un instituto; con
sus grupos, marginados, matones y bedeles intentando sobrevivir con un régimen caduco,
favoreciendo a unos y pisando a otros. En un alarde parental somos clasificados
por estadística de metro cuadrado y tratados como mano obrera precaria.
Ensimismados con la dieta de régimen que nos donan nuestros feudos compuesta de
placebos y farsas. Asombroso resulta con la facilidad que dejamos ser amordazados
por laberintos psicológicos que nos agotan hasta dejarnos perdidos. A merced de
moldearnos, hornearnos, glasearnos y luego comernos.
Pecando de risueño
advierto que todo esto no es suficiente para renunciar al sueño. Al posible. Esperando
que los pensares se unifiquen en una sola dirección, convertidos en Minotauro,
para traducir el camino fuera de este galimatías mental. Transformando el sueño
en una realidad.
Motivos suficientes para despertar y ver que estancados en
tal posición seguimos desechando el fundamento de la evolución. Me quedo con
ingredientes como el bien colectivo, la prosperidad y la ética; dando el fundamento
recetario condimentado de trabajo y esfuerzo. Y una pizca de empatía y seriedad
ante todo, que ya sabemos de sobra que para el cachondeo somos los primeros.
Quizás así pudiéramos
cambiar la carta, tal vez algo se puede lograr. O al menos intentar, y dejar de
tropezar. En el conversar y el escuchar esta la pauta de mejorar. Y encontrar
la tecla que nos haga conectar, hallando el sendero hacia la Utopía ficticia y
convertirla en un sueño que es posible realizar.
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